lunes, 13 de agosto de 2007

La Verdad

La verdad, conformidad de las cosas con el concepto que de ellas forma la mente. Esa verdad que justifica muchas de las cosas atroces que se han hecho en el mundo. Esa verdad que también justifica pequeñas cosas de la vida diaria que terminan haciendo daño. Esa verdad que sólo los osados se atreven a empuñarla como ley de vida.

Esa verdad está en entredicho desde el momento que no somos conscientes de todo aquello que percibimos, que no vemos el mundo tal y como es.
Somos videntes intermitentes. Una cuarta parte del tiempo que creemos ver estamos parpadeando o moviendo los ojos de un punto a otro. Más aún: durante el tiempo restante sólo registramos una porción mínima del entorno. El cerebro procesa esos fragmentos de información con maestría y los completa gracias a nuestra memoria, de modo tal que nos crea la ilusión de mundo completo y continuo.

Esto está muy bien, por ejemplo, para ver una película. Pero no es adecuado para justificar nuestras acciones. Siempre que te cuenten algo, cambia de fuente e infórmate, cambiará tu concepto de percepción de la cosa en cuestión. Y estoy hablando también de los sucesos históricos que hemos aprendido, los cuales no son inmutables, ya que puede llegar un historiador más preparado y descubrir algo que no sabíamos. O de cualquier tema que podamos imaginar, hasta algo como nuestra propia existencia.
Pero esa verdad, “La Verdad” como la llaman algunos, hace que haya gente que se crea que tiene la razón absoluta y que sólo el hecho de reconocer un error les desacredita para el resto de su vida, cuando yo opino que es todo lo contrario. El reconocer un error te acredita como una persona que aprende de sus errores y que en el futuro podrá remediarlos.

Salvadores de patrias que no los reclaman y solucionadores de problemas ajenos que no les incumben hay muchos. ¡Aquí por opinar que no quede!
Un día viendo un documental sobre como los extranjeros ven a los españoles me cautivaron las palabras de una señora hindú que decía “Cuando llegué a España, una de las cosas que más me sorprendió es que todo el mundo opina sobre todos los temas, sepan o no sepan de él”. Y es verdad, y lo peor es que lo hacen de una manera enciclopédica y dogmática.

No hay cosa mejor para solucionar los problemas del mundo que creer que hasta el más insignificante de los seres que lo pueblan tiene algo que enseñar.

1 comentarios:

A las 13 de agosto de 2007, 17:11 , Blogger Unknown ha dicho...

Añadiría, Yago, y no se si estarás de acuerdo conmigo, que el grado de percepción que se tiene de una situación es, frecuentemente, inversamente proporcional al grado de implicación en la misma. Por eso muchas veces me llama la atención la arrogancia de los que presumen de lo mucho que la vida y la calle les han enseñado: creo que confunden aprendizaje con adaptación. Es verdad que toda adaptación requiere un proceso de aprendizaje, pero al mismo tiempo todo aprendizaje requiere una actitud de observación y distanciamiento sobre la cosa estudiada que irremediablemente se ve cercenada durante el proceso de adaptación. Así que no se como puede remediarse este conflicto pero creo que en la tensión entre estos dos extremos: adaptación y aprendizaje, habría que buscar un lugar desde el que poder observar el mundo...sin más implicación de la estrictamente necesaria.


Un abrazo

Juan

 

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